EFECTOS DE LA MIGRACIÓN HACIA EL NORTE

fr. Miguel Concha, OP is the Co-Promoter of Justice, Peace and Care of Creation inLatin America and writes regularly from Mexico

La última semana de noviembre participé en San Salvador en un seminario sobre migraciones y trabajo, organizado por los laicos, religiosas y religiosos dominicos de México y Centroamérica. Luego de escuchar testimonios sobre los sufrimientos de los migrantes, y de considerar con responsabilidad ética estudios de especialistas sobre el tema, al final se emitió una declaración que analiza algunas de las principales causas de este fenómeno masivo, que no pueden ser otras que las políticas económicas impuestas a nuestros países desde hace más de 20 años, y la política hipócrita de contención de la administración estadunidense, sobre todo después del 11 de septiembre. “Para los mexicanos y centroamericanos –se expresa en el texto- la migración hacia el norte manifiesta una política imperial que se aprovecha sin ninguna consideración de la desigualdad comparativa de salarios y prestaciones; de nuestra mano de obra barata en la metrópoli; de nuestros profesionales, que no encuentran trabajo justamente remunerado en nuestros países; de la explotación para el mercado externo de nuestra economía, y de nosotros como consumidores en nuestros precarios mercados internos”.

Se dio a conocer posteriormente un comunicado sobre los efectos sociales y humanos de estos dramáticos hechos, como el desamparo en el que quedan muchas de las familias de los migrantes; el incremento de sus niveles de pobreza, a causa de los costos de la migración, muchas veces fallida; las consecuencias que todo ello tiene en el desarrollo humano de sus integrantes; las repercusiones que ello tiene para una convivencia familiar y social armónica y pacífica; la falta de alicientes para superarse, por estar atenidas a las remesas que les puedan llegar del extranjero; la ampliación de los círculos de la migración, por los mayores riesgos de poder regresar al norte; el aumento de la migración de mujeres y niños en los últimos años, con la esperanza incierta de poder alcanzar a sus seres queridos; el abandono indefinido de posibles fuentes de trabajo en los propios países, tanto en la ciudad, como sobre todo en el campo; el futuro incierto de nuestra economía y la mayor pérdida de independencia de nuestros países.

Todo ello motivado también por la ausencia de políticas migratorias integrales y autónomas por parte de los gobiernos, que por el contrario encuentran en la migración una válvula de escape que los libera de sus responsabilidades sociales, así como por la carencia de una política internacional migratoria que anteponga los derechos humanos y sociales de los migrantes a la actuación discriminatoria y poco crítica de los Estados.

“Constatamos –se lee en el comunicado- que los gobiernos de los pueblos afectados por la migración, sea como origen, como tránsito o como destino, no tienen una política integral propia que atienda a sus causas, y menos a sus efectos nocivos para las familias y sus naciones. El propio gobierno de los EE.UU. mantiene deliberadamente una política ambigua, con la que por un lado la fomenta y por otro la reprime”. “Es más –se añade-, nos parece que no tienen ninguna política, y menos una política propia, y que sólo se limitan, en el mejor de los casos, a sumar algunos de sus esfuerzos para paliar en parte las más escandalosas dificultades que encuentran los migrantes en su trayecto hacia el norte”. “Tal parece –se concluye- que para ellos lo más importante es que estos lleguen a su destino en las mejores condiciones posibles, porque así los descargan de las obligaciones que tienen para con ellos, les aseguran un considerable ingreso de divisas y les garantizan una mayor estabilidad en sus propios países”.

Se da el caso de países como El Salvador, cuya economía depende en un 84 por ciento de las remesas que se reciben del extranjero, y cuyo producto va sobre todo a parar a los círculos económicos y políticos que la fomentan. “El negocio es redondo –consideró un especialista-. Buena parte de las remesas llegan vía bancos que captan una comisión en Estados Unidos, pasan de la población a los supermercados, propiedad de los mismos banqueros; los supermercados las depositan en los bancos, éstos se los prestan a las empresas importadoras, propiedad de los mismos banqueros, y de allí vuelven a Estados Unidos. Pero como las importaciones no son parte del PIB nacional, no se genera un crecimiento económico”. ¿Será este también el destino que le aguarda al desarrollo actual de la economía mexicana, ya dependiente en buena medida de las remesas de nuestros migrantes? Ello depende de los planteamientos y posiciones que asumamos al respecto. Lo cierto es que por el momento el comunicado lamenta la actuación actual del gobierno mexicano, al que califica como “gendarme de sus propios migrantes y de los migrantes de los pueblos hermanos de Centroamérica, colocado hipócritamente por el gobierno estadunidense para cuidarle de manera discrecional y selectiva el sur de sus fronteras”.

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