EFECTOS DE LA MIGRACIÓN HACIA
EL NORTE
Por Miguel Concha
(Artículo publicado en el Diario “La Jornada”
el pasado sábado 17 de diciembre de 2005)
La última semana de noviembre participé
en San Salvador en un seminario sobre migraciones y trabajo, organizado
por los laicos, religiosas y religiosos dominicos de México
y Centroamérica. Luego de escuchar testimonios sobre los
sufrimientos de los migrantes, y de considerar con responsabilidad
ética estudios de especialistas sobre el tema, al final
se emitió una declaración que analiza algunas de
las principales causas de este fenómeno masivo, que no
pueden ser otras que las políticas económicas impuestas
a nuestros países desde hace más de 20 años,
y la política hipócrita de contención de
la administración estadunidense, sobre todo después
del 11 de septiembre. “Para los mexicanos y centroamericanos
–se expresa en el texto- la migración hacia el norte
manifiesta una política imperial que se aprovecha sin ninguna
consideración de la desigualdad comparativa de salarios
y prestaciones; de nuestra mano de obra barata en la metrópoli;
de nuestros profesionales, que no encuentran trabajo justamente
remunerado en nuestros países; de la explotación
para el mercado externo de nuestra economía, y de nosotros
como consumidores en nuestros precarios mercados internos”.
Se dio a conocer posteriormente un comunicado sobre
los efectos sociales y humanos de estos dramáticos hechos,
como el desamparo en el que quedan muchas de las familias de los
migrantes; el incremento de sus niveles de pobreza, a causa de
los costos de la migración, muchas veces fallida; las consecuencias
que todo ello tiene en el desarrollo humano de sus integrantes;
las repercusiones que ello tiene para una convivencia familiar
y social armónica y pacífica; la falta de alicientes
para superarse, por estar atenidas a las remesas que les puedan
llegar del extranjero; la ampliación de los círculos
de la migración, por los mayores riesgos de poder regresar
al norte; el aumento de la migración de mujeres y niños
en los últimos años, con la esperanza incierta de
poder alcanzar a sus seres queridos; el abandono indefinido de
posibles fuentes de trabajo en los propios países, tanto
en la ciudad, como sobre todo en el campo; el futuro incierto
de nuestra economía y la mayor pérdida de independencia
de nuestros países.
Todo ello motivado también por la ausencia
de políticas migratorias integrales y autónomas
por parte de los gobiernos, que por el contrario encuentran en
la migración una válvula de escape que los libera
de sus responsabilidades sociales, así como por la carencia
de una política internacional migratoria que anteponga
los derechos humanos y sociales de los migrantes a la actuación
discriminatoria y poco crítica de los Estados.
“Constatamos –se lee en el comunicado-
que los gobiernos de los pueblos afectados por la migración,
sea como origen, como tránsito o como destino, no tienen
una política integral propia que atienda a sus causas,
y menos a sus efectos nocivos para las familias y sus naciones.
El propio gobierno de los EE.UU. mantiene deliberadamente una
política ambigua, con la que por un lado la fomenta y por
otro la reprime”. “Es más –se añade-,
nos parece que no tienen ninguna política, y menos una
política propia, y que sólo se limitan, en el mejor
de los casos, a sumar algunos de sus esfuerzos para paliar en
parte las más escandalosas dificultades que encuentran
los migrantes en su trayecto hacia el norte”. “Tal
parece –se concluye- que para ellos lo más importante
es que estos lleguen a su destino en las mejores condiciones posibles,
porque así los descargan de las obligaciones que tienen
para con ellos, les aseguran un considerable ingreso de divisas
y les garantizan una mayor estabilidad en sus propios países”.
Se da el caso de países como El Salvador,
cuya economía depende en un 84 por ciento de las remesas
que se reciben del extranjero, y cuyo producto va sobre todo a
parar a los círculos económicos y políticos
que la fomentan. “El negocio es redondo –consideró
un especialista-. Buena parte de las remesas llegan vía
bancos que captan una comisión en Estados Unidos, pasan
de la población a los supermercados, propiedad de los mismos
banqueros; los supermercados las depositan en los bancos, éstos
se los prestan a las empresas importadoras, propiedad de los mismos
banqueros, y de allí vuelven a Estados Unidos. Pero como
las importaciones no son parte del PIB nacional, no se genera
un crecimiento económico”. ¿Será este
también el destino que le aguarda al desarrollo actual
de la economía mexicana, ya dependiente en buena medida
de las remesas de nuestros migrantes? Ello depende de los planteamientos
y posiciones que asumamos al respecto. Lo cierto es que por el
momento el comunicado lamenta la actuación actual del gobierno
mexicano, al que califica como “gendarme de sus propios
migrantes y de los migrantes de los pueblos hermanos de Centroamérica,
colocado hipócritamente por el gobierno estadunidense para
cuidarle de manera discrecional y selectiva el sur de sus fronteras”.
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